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Mohamed Salem Buchraya, la elegancia de un luchador

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Decano de los periodistas saharauis, conocido como El Doctor y enfermo de cáncer, viajó a la ciudad ocupada de El Aaiún para morir junto a sus seres queridos, pero fue expulsado por Marruecos.
“He estado luchando toda mi vida por la política, pero no es cuestión de política, es cuestión de humanidad, es mi derecho pasar mis días terminales junto a mis seres queridos”, comentó en el hospital.
Luchó hasta el final por su derecho, pidiendo la solidaridad de España, sin conseguirlo. Y luchó toda su vida por la causa saharaui.
 
Cristina Martínez Benítez de Lugo.-
Se opuso enérgicamente a la ocupación marroquí, y Marruecos se ha vengado no dejándole morir en su patria. Mohamed Salem Bucharaya, el Doctor, ha muerto sin ver cumplido su deseo de estar entre los suyos, en su tierra, los últimos días de su vida.

Este hombre, lúcido y bueno, enfermo, decano de los periodistas saharauis, ha sido objeto de una farsa bochornosa. Se aseguró un sobrino ante el consulado marroquí en Las Palmas de que no habría problemas para llevarle de vuelta a su tierra donde quería terminar sus días rodeado de los suyos. Le dejaron viajar, le dejaron entrar en El Aaiún y llegar a su casa para inmediatamente sacarlo de allí, simulando un problema administrativo. Ahí se lo llevaron. Este hombre moribundo soportó un viaje Lanzarote‑Las Palmas, Las Palmas-El Aaiún  luego El Aaiún-Las Palmas a la fuerza, sin acompañante. Ahí le tuvieron 3 horas en el aeropuerto español, sólo, en silla de ruedas, sin darle agua ni explicaciones. Ya le colgaba la cabeza para un lado, los labios agrietados, completamente desorientado. Así le trató España a su vuelta.
Y España no le ha defendido de ninguna manera, siendo ciudadano español.
“He estado luchando toda mi vida por la política, pero no es cuestión de política, es cuestión de humanidad. Ahora lucho por volver”, comentó en el hospital.
No se quejaba de su cáncer incurable. Sólo pensaba en volver. En que es su tierra, en que tiene derecho.
«Tengo una enfermedad terminal y quiero recalcar que es mi derecho pasar mis días terminales junto a mis seres queridos. Que no me priven de esa libertad, de ese derecho”, remachaba desde su lecho de hospital.
El Doctor -como le conocíamos todos, por su sabiduría- ha fallecido hoy víctima de un cáncer. Tenía 74 años, y la cabeza lúcida. Luchó hasta el final por su derecho, pidiendo la solidaridad de España, sin conseguirlo. Y luchó toda su vida por la causa saharaui.
Él relataba lo sucedido sin aspavientos, sin rencor, con algo de perplejidad. Algo admirable en él era la serenidad. Explicaba cómo le detectaron la enfermedad y cómo decidió volver con los suyos para terminar sus días con ellos, en su tierra; lo que le hicieron los marroquíes, y más tarde los españoles, pero no mostraba indignación. Sólo presentaba los hechos. Su fuerza siempre estuvo en la palabra.
Un sabio de la vida y un sabio de la historia.
Siempre hacía referencia a algún suceso mal conocido. Siempre empleando la frase precisa y acertada. Se expresaba sin asperezas, desde la sencillez, quizá con algo de socarronería, un humor fino para denunciar cualquier situación. La serenidad y la elegancia, armas poco convencionales para una lucha tan desgarradora como la del Sáhara Occidental, él las dominaba, y eso le daba una grandeza y una eficacia, porque la razón no está en el exabrupto sino en la palabra. 
El ayudó a muchos jóvenes a cultivarse, a crear un pensamiento crítico. Siempre luchó contra la ocupación y por la justicia. Y era curioso ver como los jóvenes le acompañaban y le ayudaban en todo, porque el Doctor era ciego. Le leían el periódico y estaban a su disposición para desplazarle. Resultaba entrañable verle siempre rodeado de jóvenes que le tenían un gran respeto.
Y es que Bucharaya tenía una sabiduría especial. Era culto y mantenía en su memoria mil detalles de la guerra, de la ocupación, que contaba en una conversación pausada, amable, con pinceladas de humor. Despertaba el interés. Era un registrador de la historia.
Sufrió la polio de pequeño, lo que no le impidió superarse. En El Aaiún bajo dominación española era profesor de árabe a la vez que estudiaba el bachillerato. En Madrid cursó hasta 3º de Pedagogía. Pero interrumpió sus estudios tras la Marcha Verde y la invasión marroquí, atendiendo al llamamiento nacional de su pueblo, y se incorporó a la Radio Nacional Saharaui como redactor y locutor en árabe y en francés, asumiendo otras funciones que le encomendaron.
Tras ser diagnosticado de una enfermedad de la vista, se fue con su hermano a Cádiz, donde recuperó la nacionalidad española. Aprendió el braille.
Se afincó en Lanzarote. Allí tuvo una extraordinaria actividad en defensa de la causa saharaui publicando artículos, participando en debates por redes sociales, dirigiendo su programa de radio, en el que hizo el seguimiento de la famosa huelga de hambre de Aminetu Haidar, en el aeropuerto de Lanzarote, durante los 33 días que duró.
Fundó y presidió AFAPREDESA, Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos. Una hermana suya estuvo desaparecida 10 años por Marruecos. Aprovechando una campaña de Naciones Unidas contra la desaparición forzada, consiguieron la liberación de 310 saharauis desaparecidos, confinados en un centro de detención secreto llamado Kalaat M’Gouna.
 “Es un luchador nato, un hombre con una voluntad inquebrantable, ejemplo de lucha, de resistencia, un hombre de principios”. Con estas palabras le define Mohamed Alí, su hermano.
No te han dejado cumplir tu deseo, pero no pueden impedir que se sepa la grandeza de tu corazón y la integridad de tu lucha. Esa es tu victoria.