"Si la política exterior española plantea que su vector es el respeto de los derechos humanos, debería defenderlo con hechos, por igual, en todos los rincones del mundo."
EL DIARIO
Al escuchar las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores español, con mucho esfuerzo en vano, intentado explicar la postura de España sobre el Sáhara Occidental, se entiende perfectamente el motivo por el que Exteriores busca expertos para conseguir “una mayor empatía con España” a través de las redes sociales. Ocurre que la empatía no es un producto de marketing, es la consecuencia de las cosas bien hechas.
Si la política exterior española plantea que su vector es el respeto de los derechos humanos, debería defenderlo con hechos, por igual, en todos los rincones del mundo. Igualmente, si se opone a las guerras y las invasiones, ha de ser una postura tradicional en todos los lugares y sitios del planeta y no en función de quién es el agresor y el agredido, como, por ejemplo, lo que sucede con el Sáhara Occidental. La empatía no consiste solo en promover la defensa y promoción de la imagen y la reputación de España en el ámbito digital para incrementar la notoriedad de España a nivel internacional.
Se trata, en definitiva, de poner a disposición de los community manager encargados de diseñar contenidos y publicarlos, argumentos coherentes y respetuosos con el derecho internacional y la legalidad internacional y así poder interactuar con la comunidad de seguidores que necesitan que las palabras se conviertan en hechos palpables.
Decir con respecto al Sáhara Occidental que la postura de España queda reflejada en la declaración mixta con Marruecos, carente de cualquier fundamento jurídico y que, el rey de ese país haya elogiado de manera envenenada, es la mejor prueba de que España se ha desmarcado del Derecho Internacional para acto seguido, decir que España busca una solución en el marco de la ONU. Eso es intentar decir mucho para no decir absolutamente nada.
En este sentido, Borrell intenta echar un cable a España aclarando la postura de la UE que contempla la celebración de una consulta para que el pueblo saharaui decida su futuro, insinuando que es la misma que tiene España. Seguidamente Albares intenta matizar y enreda aún más el asunto.
Todo este barullo sucede en un momento clave en las relaciones entre Argelia y Francia, vital para la zona de Sahel y el Magreb Árabe, hecho que ha provocado la ira del ministro de Exteriores de Marruecos que, sin tapujos, ha deplorado las declaraciones de Borrell al referirse a las posturas de España y la UE. Para más inri, ha cancelado una reunión prevista para septiembre con el responsable de la política exterior de la UE.
No satisfecho con este panorama, arremete contra Túnez, país que acoge la cumbre TICAD-VIII, Japón-Unión Africana, por la presencia de la RASD que es un país miembro fundador.
Muy difícil lo van a tener los expertos encargados de “vender” una imagen de España que apuesta por un país invasor como Marruecos en detrimento del pueblo saharaui, con el que España tiene unas responsabilidades históricas y jurídicas fehacientemente documentadas. Igualmente, les resultará difícil interactuar con perfiles del movimiento solidario con el pueblo saharaui que vive y conoce como propia la situación del pueblo saharaui y que no necesitan que nadie les cuente nada ya que interactúan diariamente con el pueblo saharaui desde lo más hondo de la solidaridad: de tú a tú, sin intermediarios y, además, con una VERDADERA EMPATÍA.