Luis Portillo Pasqual del Riquelme
05/02/2021
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En un reciente artículo publicado en el diario La Verdad (“Y aquí todos tan tranquilos”, 29/01/2021), su autor afirmaba textualmente que “el destino de los saharauis me trae sin cuidado y es consecuencia de la miopía política que padecieron sus líderes independentistas en los años 70, cuando creyeron que en plena Guerra Fría se iba a permitir la formación de una república patrocinada por la Unión Soviética y Argelia en las costas atlánticas de África”. Y añadía: “Sus descendientes pagan hoy la decisión de hostilizar a las autoridades metropolitanas en lugar de aguardar una descolonización pacífica y beneficiosa para ambas partes.”
Respecto al hecho de que el destino de los saharauis le traiga sin cuidado al autor del artículo –al igual que a nuestros gobernantes y a otros insolidarios o simplemente desconocedores de la cuestión saharaui–, es obvio que está en su derecho de considerarlo así, pero esa expresión deja mucho que desear y denota un gran desconocimiento, como explico en las líneas que siguen.
En cuanto a su afirmación sobre la “miopía política” de los dirigentes saharauis y su presunta culpabilidad en la durísima situación que afrontan hoy “sus descendientes”, resulta obligado hacer algunas puntualizaciones.
En primer lugar, dejar bien claro que el Sáhara Occidental es una cuestión de descolonización tardía, y no de “secesión” como pretende Marruecos. Desde 1963 figura en la lista de Naciones Unidas como el Territorio No Autónomo (es decir, pendiente de descolonización) más extenso y con mayor población de todos, y el único en África. En 1991 se creó la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental), precisa y expresamente para organizar dicho referéndum de autodeterminación.
Se trata, también, de una descolonización tardía, porque la mayor parte de los países y territorios coloniales de África se independizaron ya en los años 60 del siglo XX, siendo hoy el Sáhara Occidental, como he dicho, la única colonia pendiente de descolonización en el Continente africano.
De hecho, las colonias portuguesas (Angola, Mozambique,…) fueron de las últimas en independizarse de la metrópoli lusa y –tal como señaló el propio secretario general de la ONU, António Guterres (“hay que erradicar el colonialismo de una vez por todas”)– la lucha por la independencia de esas colonias estuvo en el origen de la ‘Revolución de los Claveles’ en Portugal, que acabó con la dictadura de Marcelo Caetano en 1974, algo que los españoles no pudimos o no supimos hacer con la dictadura franquista.
El desconocimiento de los españoles sobre la cuestión del Sáhara Occidental (entonces ‘español’) fue supino durante muchos años, debido a la censura impuesta sobre esa materia por la Dictadura. Lo mismo que ahora sucede –ya con los Gobiernos de la democracia– con los archivos y la documentación relativa a nuestra ex Provincia 53.
España no solo no se preocupó, durante muchos años, de proporcionar enseñanza a la población saharaui y formar a sus dirigentes para la futura independencia, sino que, en contra de las demandas de descolonización por parte de la ONU, pretendió a anexionarse la colonia como ‘Provincia 53’ (igual que Francia con Argelia).
Mucho antes de que hubiera condiciones para ello y surgiera el Frente Polisario, los dirigentes más lúcidos y formados del pueblo saharaui ofrecieron a los gobernantes españoles una vía, un programa y una preparación para una salida tranquila, consensuada y a largo plazo, en la que el futuro país sería un aliado fiel y preferente de España (Emboirik Ahmed Omar, “El movimiento nacionalista saharaui”).
La respuesta de la España de Franco fue la masacre de Zemla, el 17 de junio de 1970, el asesinato del dirigente Bassiri, una enorme represión popular y la persecución y desbaratamiento del movimiento nacionalista saharaui, que aspiraba a una transición pacífica a la independencia. España perdió allí la confianza sincera y la amistad del pueblo saharaui, y una oportunidad excelente y única para una salida correcta y digna de la colonia. (De igual manera actuaría después Marruecos, en 2010, con el brutal desmantelamiento del ‘Campamento de la Dignidad’, en Gdeim Izik).
El Frente POLISARIO (“Frente Por la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro”) nació como consecuencia de ese rechazo a una solución pacífica y pactada, y de una represión feroz y miope. Al pueblo saharaui solo se le dejó –al igual que hoy hace Marruecos– la vía de la lucha armada, avalada en última instancia por el Derecho Internacional, como ha puesto de manifiesto recientemente el profesor de Derecho Internacional Público Juan Soroeta Liceras (“El Derecho Internacional está palmariamente del lado del pueblo saharaui”).
De manera que el miope, insolidario e irresponsable no fue otro que el Gobierno español de la Dictadura, que siguió manteniendo en la ignorancia a los españoles, los de la Península, los de las Islas y los de la Provincia 53.
El último Gobierno de la dictadura franquista solo reaccionó tarde y mal, muy mal –cuando la invasión marroquí estaba ya en marcha–, sometiéndose a las torticeras maniobras alauitas, a las presiones de Francia y Estados Unidos, a la traición de Juan Carlos de Borbón y amañando los ilegales e ilegítimos Acuerdos Tripartitos de Madrid, con los que entregaba el territorio y a su pueblo a los regímenes reaccionarios –Felipe González dixit– de Marruecos y Mauritania (Jacob Mundy, “Cómo los EE. UU. y Marruecos se apoderaron del Sáhara Español”).
Los responsables de la situación –en los campos de refugiados de Tinduf, en la diáspora y en el Sáhara ocupado por Marruecos– y de la guerra contra el invasor que vive hoy el pueblo saharaui, no son los dirigentes ‘independentistas’ saharauis, como sostiene el autor del artículo arriba citado, sino Marruecos, España, Estados Unidos y Francia.
Buena parte del pueblo saharaui tuvo que huir de la barbarie marroquí, atravesando el desierto bajo los bombardeos de napalm y fósforo blanco y la brutal represión del Majzén en ciudades, aldeas y en pleno desierto.
Fiel a los principios de su lucha por su propia independencia, Argelia –no España– acogió fraternalmente a los refugiados saharauis y les dio cobijo en su territorio, donde siguen hoy malviviendo a la espera de poder retornar a la tierra que les han robado. España (sus gobernantes) se justifica enviándoles algunas lentejas a los campamentos de refugiados en Tinduf…, como si esa fuera toda la ‘ayuda’ que el pueblo saharaui necesita.
La responsabilidad de España y de Naciones Unidas en esta tragedia (E. Jaén e I. Lourenço, “Suspiros de ida y vuelta”) debiera hacer reflexionar al autor del artículo citado sobre su desinterés e indiferencia ante la suerte del pueblo saharaui –antaño compatriotas– y su culpabilización de los dirigentes saharauis.
Tras casi medio siglo desde que el último Gobierno de la dictadura franquista abandonara el Sáhara ‘español’ y se desentendiera de sus obligaciones internacionales, todavía no hay una calle, plaza, monumento, escuela, cátedra o instituto en que España rememore al hermano pueblo saharaui, a sus héroes y mártires, a sus personalidades más relevantes (como Bassiri, El Uali, Aminatu Haidar, Mohamed Abdelaziz, Ahmed Bujari, Mariem Hassan, …), sus hitos (como Gdeim Izik, Zemla, El Guerguerat,…), sus lugares o ciudades. Nuestra inmensa deuda sigue pendiente. Conviene no olvidarlo.
- Luis Portillo Pasqual del Riquelme es Doctor en Ciencias Económicas, exprofesor de la Universidad Autónoma de Madrid.