El Español
Por Sonia Moreno
La policía acudió a la casa en El Aaiún donde iban a pasar la fiesta de fin de año y las envió en un taxi colectivo a Agadir, a 644 kilómetros
Patricia Ibáñez e Irati Tobar decidieron despedir el año en El Aaiún, capital del Sáhara Occidental, pero finalmente pasaron la Nochevieja en la estación de autobuses de Agadir después de viajar durante nueve horas en un taxi colectivo tras su expulsión por parte de las autoridades marroquíes.
Las dos vascas estaban disfrutando de unos días de vacaciones en El Aaiún, en la casa de la familia de un amigo saharaui que reside en el País Vasco. Dos policías vestidos de civiles llamaron a la puerta de la vivienda la mañana del lunes 31 de diciembre, les pidieron que se identificaran, y las llevaron al control policial de la entrada de El Aaiún, donde las interrogaron y las expulsaron a 644 kilómetros, a la localidad de Agadir.
En una conversación telefónica con EL ESPAÑOL desde Marruecos, Patricia Ibáñez detalló que “fuera de la vivienda había una furgoneta de policía y otro vehículo con las lunas tintadas; y a la vuelta de la esquina tenían un taxi esperando. Nos dijeron que podíamos estar de visita en la ciudad pero no quedarnos con una familia. Intentamos hablar con ellos y explicarles, pero no hubo manera; y al final tuvimos que subir a la casa y coger las maletas”.
El momento de la expulsión lo recuerdan como “bastante desagradable”, a pesar de que aseguran: “No nos tocaron, simplemente nos increparon verbalmente”.
Las expulsadas pernoctaban en la vivienda familiar de Hassana Aalia, refugiado político en España condenado a cadena perpetua por el Tribunal Militar de Rabat tras participar en el campamento Gdeim Izik, a 12 kilómetros de El Aaiún, en 2010. Las autoridades marroquíes ordenaron su busca y captura, al mismo tiempo que Aalia cursaba una solicitud de asilo en Bilbao, donde se encontraba participando en un programa sobre derechos humanos.
Las expulsadas aseguran que, en todo momento desde que llegaron a El Aaiún, se sintieron vigiladas, incluso que las siguieron durante una excursión al desierto y que el domicilio estaba controlado. “Nos estuvieron siguiendo en la ciudad y en el desierto. Fue un marcaje muy brutal porque la casa estaba controlada todo el día”, relata Patricia.
Entre los motivos de la expulsión les explicaron que no podían quedarse en la casa de un activista saharaui, y además les hablaron de temas de seguridad, mencionando la tragedia de las dos turistas escandinavas degolladas en el Atlas el 17 de diciembre por cuatro supuestos terroristas. “Nos dijeron de todo, que lo hacían por nuestra seguridad porque corríamos peligro si no nos habíamos registrado en una casa. Nos hablaron de las dos mujeres que habían matado cerca de Marrakech, que se habían puesto en riesgo no registrando dónde estaban y que, por nuestra seguridad era mejor que nos sacaran de allí”, explica Ibáñez.
No recibieron ninguna notificación de expulsión, y siguen en Agadir a la espera del vuelo a España que sale en unos días de Casablanca; aunque esta mañana confesaban a este diario en un mensaje de WhatsApp que “no estamos muy cómodas. Vamos a adelantar los vuelos para volver a casa”.
A lo largo del año 2018, once personas sufrieron la misma suerte, entre ellos cuatro españoles, dos abogados y estas dos turistas. El número de expulsados ha descendido desde 2014, cuando las autoridades marroquíes echaron a 41 personas del Sáhara Occidental. En estos últimos cuatro años, Marruecos ha expulsado a 175 personas de 17 nacionalidades, según datos proporcionados a EL ESPAÑOL por la Asociación Saharaui de Víctimas de Graves Violaciones de los Derechos Humanos Cometidas por el Estado Marroquí (ASVVDH).
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