CRÓNICA
LUCAS DE LA CAL - EL MUNDO.ES
Son de color más claro, resisten más tras ser cocinados, y los hay a toneladas. Es el octopus vulgaris.
Abordo de una safina marroquí, a 15 metros de la costa de Dakhla, en el Sáhara Occidental, pescadores como el de la fotografía agarran con entusiasmo el octopus vulgaris que capturan. No todos son gigantes, pese a que en sus vidas se alimentan de almejas y crustáceos del caladero Atlántico. Es por eso por lo que en los pulpos del Sáhara, al degustarlos, se nota la textura suave si se ha cocinado a fuego lento y se ha bañado después en agua helada. Y así es como el animal llegará vivo al frigorífico, se congelará y se enviará al puerto de Tánger, cruzará el Estrecho en ferry hasta Algeciras y después en camión hasta Camariñas, un pequeño pueblo de La Coruña. La empresa del gallego José Luis Canosa lo espera para venderlo estas navidades a supermercados de toda España.
José Luis y su mujer, Rosa María, llevan 20 años dirigiendo Frigoríficos de Camariñas, bautizados por la prensa gallega como «los reyes del pulpo congelado». Pero llegaron en 2006 a la ciudad de Agadir, al sur de Marruecos, y se asociaron con una familia del reino, los Ouquaiti, para aumentar su producción. Ahora están moviendo cinco millones de toneladas de cefalópodos al año.
«El pulpo gallego que tenemos no llega ni al 3%», explica José Luis. Tiene 55 años, es hijo de un gallego emigrante en Suiza, y tuvo una enfermedad en la columna que le obligó a dejar su empleo en una conservera. Entonces empezó a vender salmón y después se pasó al pulpo. Estas semanas está construyendo una nueva planta en Agadir, a 1.900 kilómetros de su pueblo.
«Abastecemos en exclusiva a Carrefour y nuestro pulpo está en casi todas las cadenas de supermercados españoles. También a algunos restaurantes», asegura el empresario». El pulpo gallego lo cocinas y lo tienes que consumir al instante, es más frágil. El marroquí es más consistente y hasta lo puedes comer al día siguiente, tiene esa ventaja. Pero ambos son de muy buena calidad». José Luís reconoce que el problema que tienen en su tierra es no hay suficientes cefalópodos. «En Marruecos hay días que compramos 40 toneladas y aquí la lonja que más te da son 800 kilos al día, y se vende el producto por semana».
En Dakhla, al sur de El Aaiún, un hombre llamado Hakim, descendiente de una familia de armadores, recuerda el día, hace justo 42 años, en el que su padre llegó a casa gritando que Marruecos había iniciado la Marcha Verde y que ya no iban a poder vender más pescado a los españoles porque les iban a expulsar de esas tierras. «Quién nos iba a decir que ahora toda España estaría comiendo nuestro pulpo», bromea Hakim al preguntarle por sus cefalópodos. «Los nuestros tienen un color más claro, aguantan más tiempo ya cocinados y, sobre todo, aquí tenemos muchos más».
Pero que no se le atragante el pulpo. Esto no es ningún secreto ni está consumiendo uno de peor calidad. Es simplemente la consecuencia de la excesiva demanda de un producto que nunca deja de estar de moda y la escasez que hay de él en las rías gallegas. Los pulperos del norte lo tienen claro.
«El problema es que aquí hay poco que pescar y este año se han disparado los precios, estamos pagando a 15 euros el kilo estas navidades. El pulpo de la ría tiene más sabor a mar, pero la mayoría que nos llega es el del banco canario-sahariano, que también es muy bueno», explica José Manuel, dueño de la Pulpería Asador Veracruz de O Carballiño (Ourense).
El presidente de la Federación Galega de Cofradías de Pescadores, Tomas Fajardo, reconoce este auge e imposición del pulpo marroquí sobre el local. «Las altas temperaturas y la falta de lluvia han provocado que las capturas de pulpo se hayan visto reducidas y que el precio se dispare en las lonjas y en los mercados. Por eso la gran mayoría llega de las costas africanas, sobre todo de Marruecos y también de Mauritania, pero es imposible saber la cantidad exacta», dice.
En Madrid, al llamar aleatoriamente a tres pulperías, hablan del aumento del precio del kilo y reconocen que su pulpo viene de Marruecos y que se lo trae un proveedor de Lugo. Lo mismo dicen en restaurantes de Cádiz y Barcelona. Si se va a supermercados como el del Corte Inglés o Lidl, se encuentran paquetes de pulpo cocido como los de la marca Meripul, de la empresa Viveros Merimar, que especifican claramente que su cefalópodo proviene de «las aguas de Dakhla, en Marruecos, lo que significa que se trata de un pulpo de la máxima calidad existente en el mercado».
El problema y la polémica que surge ante el pulpo marroquí es de la zona donde proviene, el Sáhara Occidental, considerado por la ONU como «el mayor territorio del planeta que todavía no ha sido descolonizado». Justo hace un año, el 21 de diciembre de 2016, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictó una sentencia en la que valida el pacto comercial entre la UE y Marruecos, pero excluye el Sáhara Occidental por no considerarlo parte de su territorio. Por ello las asociaciones pro saharauis y el Frente Polisario denuncian el «expolio constante e ilegal» que está sufriendo el Sáhara Occidental, rico en recursos naturales, que cuenta con gran banco pesquero.
Primer principio básico de un buen catador de pulpos: no es lo mismo pedir un pulpo gallego que un pulpo a la gallega.
Segundo principio básico menos lógico: el pulpo que usted está comiendo estas navidades viene del Sáhara.